miércoles, 10 de febrero de 2010

Un Monstruo de Aguas Negras

El Canal de la Compañía es una de las afluentes de aguas residuales más grandes de México. Su flujo es de hasta 40 mil litros por segundo, en una corriente que se extiende por casi 30 kilómetros, 30 kilómetros de agua contaminada expuesta al aire, y a la captación de agua pluvial, como eje de desarrollo urbano de una de las zonas más marginadas del país.
Para entender el porqué de la magnitud actual de los problemas que generan el desbordamiento del Canal de la Compañía, es necesario conocer varios factores que, en su conjunto y con un poco de lluvia extra, derivan en las inundaciones que tienen hoy damnificadas a 2 mil 500 personas.
Valle de Chalco es uno de los municipios en situación de pobreza urbana más crítico del país. En sus inmediaciones, se encuentran colonias en absoluta marginación, como El Elefantito, en donde sus habitantes apenas llegan al salario mínimo en sus labores de pepena a los basureros aledaños.
El cerro en forma de paquidermo echado está separado de la autopista de México Puebla precisamente por este río enorme de aguas negras.
Esta afluente de aguas negras, comienza como el Canal Miraflores en el municipio de Los Reyes La Paz. Nutre de las aguas residuales de la zona suroriente del Distrito Federal, y oriente del Estado de México, se transforma gradualmente en El Canal de la Compañía.
En su ribera, la terracería y las casas construidas en color gris tabicón son una constante interminable por kilómetros, resulta difícil de comprender que la gente pueda vivir a un lado de un caudal de olor tan penetrante, pero la respuesta es sencilla cuando uno conoce a las personas que viven ahí: no les queda otra opción.
Valle de Chalco fue erigido municipio, cuando Emilio Chuafyfett era gobernador del Estado de México, como un intento de solucionar lo que fue denominado en sus tiempos como la zona de asentamientos irregulares más grande de América.
El territorio en donde se encuentra, es el lecho del otrora Lago de Texcoco, seco totalmente, pero con la orografía exacta para acumular agua de forma natural en la ocasión de fuertes lluvias.
La gente que camina de El Elefantito para tomar su transporte en la carretera México – Puebla, forzosamente tiene que cruzar el Canal de la Compañía. Da miedo, los puentes son estructuras metálicas ya corroídas en algunos tramos, en otros son puentes viales en las calles que corrieron con la fortuna de ser pavimentadas. De alguna, o de otra forma, es un asunto temerario cruzarlo.
Un aspecto muy interesante, y de altísimo riesgo a simple vista, es el hecho de que el canal propiamente se encuentra un metro arriba de la altura de la mayoría de las casas de Valle de Chalco.
No es un río excavado con una profundidad debajo del nivel del suelo normal, sino es un canal construido con millones de sacos de arena en sus orillas, que le han incrementado el tamaño entre 2 y 3 metros de altura.
Para cruzarlo, se sube el río, se sube el puente, se cruza, y después se baja primero el puente, después el río. Si la barrera de sacos de arena y concreto fueran transparente, los vecinos de Valle de Chalco tendrían como paisaje las aguas negras, y nada más.
La gente, cotidianamente, se cae al río. Si se caen, difícilmente salen, y es quizás el principal miedo de las madres de familia que no pueden contener a sus inquietos hijos, y que juegan en el parque municipal del otro lado del caudal negro. En aguas negras, la gente no flota naturalmente, la densidad es mucho mayor.
La extraña forma actual de esta afluente es consecuencia de la técnica gubernamental que históricamente ha errado en la atención a La Compañía. Era un drenaje común y corriente hace 20 años, creció, en algún momento se desbordó por vez primera, y aumentaron las paredes que le cubren; incrementó la afluencia de aguas negras, se desbordó nuevamente, y crecieron nuevamente las paredes. Un ciclo constante del niño que se cae al pozo, lo tapan, y el niño se vuelve más grande y gordo, y cae de nuevo. Lo tapan otra vez, hasta alcanzar tres metros de altura.
El problema más importante del Canal es jurisdiccional, es un afluente federal de aguas negras recogidas en el Distrito Federal que recorre el Oriente del Estado de México. La federación es la responsable de su operación, pero los capitalinos responsables de las aguas que vierte en él, los mexiquenses quienes pagan la cuenta de los platos rotos cada vez que se derrama.
A la hora del desastre, todos se acuerdan de su existencia. Acuden a apoyar a los damnificados, gente sin un trabajo digno, sumidos en la pobreza y en la podredumbre, quienes observan sus pocas pertenencias arrastradas por los desechos fisiológicos de los capitalinos.
Así de cruda es la realidad, así de cruda la vida que soportan quienes viven en tan difícil condición.
Quizás después de este último llamado de atención que hizo la naturaleza a la falta de planeación y previsión urbana, quizás se invierta en reconfigurar la forma en que se depositan aguas negra en esta afluente, quizás modifiquen la estructura del Canal a través del cual se trasladan, quizás atiendan a las condiciones en que la gente a su alrededor vive.
Quizás se quede más allá de un simple quizás, la zona lo necesita ya desde varias décadas atrás.

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