Cuando al punto final de los finales sí le siguen dos puntos suspensivos.
Una semana después de llamarlo para poder tener una cita y entrevistarlo, el martes 12 de enero me habló por teléfono, me comentó que podría verme el día siguiente frente a la Alameda de Toluca, en el cruce de la Avenida Hidalgo y la calle Melchor Ocampo a las 13:00 horas.
El día de la cita me desperté temprano, entré a la regadera un poco nervioso, nunca había realizado una entrevista; desayuné ligero para no tener problemas de indigestión y salí de la casa con una libreta, dos plumas, el teléfono celular, que haría al mismo tiempo la función de grabadora y cámara fotográfica, una botella de agua y el iPod.
Mientras esperaba el taxi que me llevaría al lugar de la cita, abrí la libreta y repasé las preguntas que había preparado, todo se veía en orden; a los pocos minutos pasó el transporte y lo abordé.
Durante el trayecto intenté despejar la mente, pensé que no valía la pena seguir leyendo preguntas, ni practicar el saludo perfecto así que tomé el iPod, escuché música y observé el trayecto.
Después de treinta minutos, que parecieron un largo tiempo, llegué a la Alameda antes de lo acordado; me dirigí al lugar indicado, mientras me acercaba a mi destino las manos me temblaban, no sabía si culpar al frío o al nerviosismo, pero lo hacían de una forma que no podía controlar.
Detuve mi andar en el punto que me había indicado, gire la cabeza pero no lo vi por ningún lado, pensé que me había dejado plantado; transcurrieron 10 minutos y me percaté que se encontraba frente a mí en un edificio que tiene espejos como fachada, lo salude y corrí a su encuentro.
Al acercarme, observé que su vestimenta era informal, portaba un pantalón de mezclilla deslavado de color azul marino, tenis sucios que originalmente eran blancos y una sudadera roja, llevaba unos audífonos grandes que colgaban de su cuello y que combinaban con la sudadera, su cabello era un poco ondulado y desgarbado, usaba lentes de pasta color negro; su atuendo contrastaba con el que mío: pantalón de vestir negro, camisa negra, suéter azul marino, zapatos negros y corbata azul cielo.
Al encontrarme frente a él intenté saludarlo, pero me dejó con la mano estirada y dijo: “te tardaste 10 minutos”. Omití su comentario, saqué la libreta con las anotaciones que había preparado, seleccioné la opción de grabar en el teléfono celular e inicié mis preguntas.
-¿Cuál es tú nombre completo? Cuestioné con voz temblorosa.
- Veo que vienes preparado, hasta traes tus preguntas anotadas, eso habla bien de ti, pero no me agrada la idea de ser bombardeado con preguntas, prefiero que tengamos una amena conversación -comentó con un tono de desinterés-, por cierto mí nombre es Emmanuel Filiberto Gallardo Sánchez.
Al recibir tal respuesta me quedé mudo, no pude articular palabra alguna. Él observó mi nerviosismo y me invitó a caminar. Avanzamos sobre la avenida Hidalgo en dirección a los Portales de la ciudad; mientras caminábamos me comentó que había accedido a la entrevista porque deseaba ayudar a un estudiante; “consideró importante ayudar a los estudiantes que en el futuro serán importantes para la sociedad”, fueron sus palabras.
Al llegar a los Portales comentó con añoranza que en su infancia visitaba dicho lugar en compañía de sus padres. “Recuerdo los momentos que compartí en éste lugar con mis padres, ellos me traían en compañía de mis hermanos y nos compraban dulces y globos”.
Seguimos caminando y preguntó si me gustaría tomar una cerveza; -¿Bebes cerveza?, ven te voy a invitar una. Avanzó rápido entre la multitud, tuve que empujar a un señor que observaba la ropa de un mostrador, intente disculparme, pero recibí una majadería, caminé rápido, estuve próximo a perder al entrevistado, entró en una puerta pequeña que tenía escaleras y lo seguí. En el segundo piso se encontraba un bar desconocido para mí, se acercó a un mesero y pidió una mesa en la sección de fumadores, el encargado dijo que podíamos tomar la que se encontraba al fondo cerca de la ventana, pedimos dos cervezas él una Pacífico y yo una Corona, y nos dirigimos a la mesa.
En la mesa acomodó sus audífonos y sacó una cajetilla de cigarros Marlboro azules y prendió uno, aproveché el momento para preguntarle cuánto tiempo llevaba fumando.
“Fumo desde los 17 años, empecé como todos, por imitación y ahora lo hago por costumbre, espero dejarlo algún día”, mencionó mientras observaba el cigarro.
Llamé su atención preguntando a qué se dedicaba.
“Trabajo en un periódico local, se llama Impulso Estado de México, en él me desempeñó como editor de información general y estudio la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UNAM”, respondió.
- ¿Consideras qué es difícil estudiar y trabajar al mismo tiempo?, pregunté mientras el mesero ponía sobre la mesa las cervezas que habíamos pedido.
“No es difícil, pero se necesita mucho orden, cosa que yo no poseo”, respondió y bebió un trago de cerveza.
- ¿Cómo conseguiste ese trabajo?
“En realidad me ayudó un amigo de mi papá, él es el director del periódico, mi papá también trabaja ahí, en ese lugar he aprendido mucho, ahí surgió el amor por dedicarme al periodismo, por esa razón decidí estudiar Comunicación”.
-Entonces comenzaste a trabajar antes de ingresar a la escuela.
“Sí, la verdad mi vida era un desorden, no tenía rumbo –comentó de forma pensativa mientras tomaba otro trago de cerveza- terminé la preparatoria a los 22 años, no lo hice antes porqué no pensaba en el futuro, de hecho me dieron de baja en la escuela por reprobar dos veces la materia de Taller de Lectura y Redacción”.
-Eso es un poco irónico, reprobaste una materia que a la postre se convertiría en tu trabajo.
“Sí, muchas veces he pensado eso –soltó una carcajada-, la reprobé por errores míos, no culpo a nadie más que a mí; he pensado muchas veces que de haber pasado esa materia, ahora estaría estudiando Psicología, en ese momento quería ser psicólogo, la verdad no sé porqué”, contestó mientras hacía una mueca de desagrado.
-Reprobaste una materia que tiene que ver con la lectura, ¿te gusta leer por placer?
“¡Claro que sí!, contestó con un tono fuerte.
-¿Cuáles son tus libros preferidos?
“No podría hablar de libro o escritor preferido, me gusta “Narraciones extraordinarias” de Edgar Allan Poe, también me gustan los libros de Isaac Asimov, de hecho voy a comenzar a leer uno de él, me gusta leer a Franz Kafka, Jefrey Archer, Agatha Christie, entre otros, pero si tuviera que decidir por un libro diría: “Narraciones Extraordinarias” ese es un libro que no me canso de leer, también leo por placer los periódicos, me gustan mucho las columnas de opinión, para mí las mejores son las de Germán Dehesa, Gabriel Guerra y Sergio Sarmiento”, contestó y bebió otro trago de cerveza.
Yo no había tocado mi cerveza, bebí un poco y comenté, -Sé que has leído la biblia, también participaste en un grupo católico, ¿Crees en dios?
“No, al menos no en la figura cristiana, creo en una fuerza generadora de vida, pero no en una persona que vigila nuestros actos”
¿Cuáles son tus metas a futuro?, pregunté
“La verdad me gustaría dedicarme de lleno al periodismo, he superado el pensamiento romántico que tienen muchos estudiantes acerca de esa profesión, como tomar fotos y conocer personas famosas, quiero informar, para eso debo de mejorar mi cultura general, pero estoy en el proceso, otra cosa que me gustaría hacer es dar clases; quiero estudiar literatura y aunque suene extraño deseo estudiar algún día física”, respondió con seguridad.
-Eso me sorprende, voy a hacer dos preguntas en una; ¿Por qué estudiar literatura y física?
“Mira, quiero estudiar literatura para mejorar mi escritura, porque me gustaría escribir cuentos y quiero dar clases que tengan relación con el lenguaje, aparte esa carrera tiene un plus: te la pasas leyendo; física porque –piensa un poco para contestar- mira es muy fácil, de niño siempre me ha llamado la atención lo que pasa en nuestro universo, observar el cielo y lo que nos rodea me llama la atención, la única forma de comprenderlo es estudiando física, sé que suena extraño, pero es verdad”, contestó con una cara que reflejaba alegría.
¿Cuál ha sido tu mayor reto?
“Definitivamente terminar la preparatoria, esa etapa de mi vida está llena de frustraciones personales, la verdad me rendí, ya había decidido dejar a un lado los estudios, -calló por un momento, volteó a un punto indefinido de la pared y continuó hablando- un día vi un anuncio en el que solicitaban personal en una fábrica de Bimbo ubicada en Toluca, pensé que era la oportunidad adecuada, asistí al proceso de selección, pero no me quedé, en ese momento me sentí muy mal, pensé que no servía para los estudios ni para ser obrero –bebió otro sorbo de cerveza y siguió- de no haber sido por el apoyo de la familia y mi pareja no habría salido adelante, ahora lo puedo contar de forma normal y hasta bromear, pero no fue agradable, en estos momentos me imagino como sería mi vida y doy gracias a Bimbo por no aceptarme”, comentó y soltó una carcajada .
- En el supuesto que tuvieras la oportunidad de cambiar algo de tu pasado ¿lo harías?
“La verdad no, he cometido muchos errores, pero gracias a determinadas fallas estoy trabajando en un periódico y estudiando en la UNAM, si las cosas no se hubieran concatenado como lo hicieron mi presente sería muy distinto, ahora soy feliz con lo que soy y tengo”, mencionó.
Bebí otro sorbo de cerveza pensando cual sería mi siguiente pregunta, coloqué la cerveza en la mesa y dije: -¿llevas una buena relación con tu familia?
“Mira, no voy a mentir diciendo que somos la familia perfecta, tenemos problemas como todo mundo, pero intentamos respetar las divergencias y aprovechamos las convergencias, eso pasa con mi núcleo familiar, con los demás la relación es fría y en algunos casos distante”.
-En caso de que no te moleste, ¿podrías decirme con cuáles familiares y por qué?, comenté tratando de ser ambicioso.
“La verdad me reservo el derecho a guardar silencio”, mencionó un poco molesto y bebió el último sorbo de cerveza.
En ese momento supe que la entrevista no daría para más y realice mi última pregunta, ¿Cuál consideras que es el problema más grande que tiene el país?
“El problema más fuerte es cultural –contestó de forma fría y agregó-, voltea a tu alrededor, en la sociedad actual domina la falta de respeto, desde los gobernantes, ellos no respetan al pueblo y por eso pasan injusticias como las cometidas a la extinta Luz y Fuerza o los impuestos aprobados hace poco, pero también nosotros, los gobernados, no respetamos al prójimo, si nosotros fuéramos respetuosos con el vecino, no tendríamos muchos problemas, eso sucede por falta de cultura, preferimos chingarnos entre nosotros que apoyarnos”, contestó.
Bebí el último sorbo de la cerveza, apagué el celular y agradecí por la entrevista, él me observó con extrañeza y comentó: -¿Ya te vas? Te invito otra cerveza.
Bebimos otras tres cervezas e intercambiamos ideas acerca del fútbol, me dio consejos para tratar a las mujeres, me comentó que ha escrito un par de cuentos y le pedí que me los proporcionara, al final terminamos como buenos amigos.
Salimos del bar juntos, intercambiamos correos electrónicos, nos despedimos y avanzamos en direcciones contrarias, mi caminar era lento, estaba pensando en la forma que redactaría la entrevista, me detuve, giré mi cabeza y no lo vi, se había perdido entre la multitud.
Al momento de redactar la entrevista recibí un correo de él, era uno de los cuentos que me había prometido, lo leí y me agradó, creo que tiene madera para escribir, espero que le vaya bien.