lunes, 14 de diciembre de 2009

Wrong!


En ocasiones se antoja un poco de beligerancia. Sacudirse la estupidísima ternura de la satisfacción del presente permanente, del que no cambia, del pasivo, de lo inerte.

Si entendemos a la vida como un proceso en el que se nace, se reproduce y se muere, es fundamental regalarle muertes de vez en vez para ganarnos el valor de llamarle como lo que realmente es, para apreciarle en todo su esplendor.
Esto no se trata sólo de vivir por no morir, implica un deseo incorruptible de mantenerse vigente todos los días, de convertirnos en algo un poco más decente que máquinas de dióxido de carbono, repetición de gag's televisivos y un tantito de excremento - si, todavía no se me quita el bendito pudor de no llamarle mierda a la mierda -.
Vamos, llega diciembre y la masa contenta camina como autómata a las tiendas departamentales en búsqueda de ofertas, perfumes y corbatas, que llenen el vacío de sus existencias.
¿Vale la pena la satisfacción del consumismo a cambio de la dignidad del ser?, ¿no se avergüenzan al deslizar las tarjetas de crédito en la adquisición de fantasías burdas sobre-apreciadas por el plusvalor del anaquel?
Francamente, tanta navidad con tantos focos alrededor, con caras de imbéciles cargando bolsas de regalos y foquitos navideños colgando hasta del culo de santa claus - háganme el fregado favor, la imagen de la "época del amor, el perdón y la esperanza" es un anciano con jeta de pederasta dibujado por un artista gráfico de coca-cola - ya me tienen hasta la eMe.
¿Acaso nadie se da cuenta que algo realmente está mal? El condicionamiento social de recibir, adquirir y gastar de más, no está en nuestros genes, eso se los aseguro. Pasamos meses esclavizados, recibimos un aliciente económico burlonamente llamado aguinaldo y nos avientan a la calle repleta de espectaculares para darle juego al juego macroeconómico del capitalismo. Neta, ¿a nadie le cae el veinte?
"¿El veinte de qué?", responde cierta imberbe petulante con su bolsita de Tous al hombro.
El veinte de que vivimos del carajo, de que no hay servicios en las calles, de que tenemos una docena de impuestos gravados a nuestros salarios - y de que además salimos con esos impuestizados pesos a comprar productos más gravados aún - , de que la calidad del entorno está echa un asco, no hay aire limpio, no hay agua pura, no espacios verdes sin basura, ni calles sin agujeros.
El veinte de que nos tragamos diariamente una barra de basura televisiva con repetición de frases idiotas que se incrustan en el tuétano de las neuronas de los niños, y de las que hacen broma - repitiendo el patrón - sus padres adultos, de que los gobiernos administran sus intereses, y la función pública tan sólo es un medio para garantizar la permanencia en el Poder...

El veinte de que esto, simplemente está mal.



Vale la pena escuchar una buena canción para mentar madres.



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